Supongo que esa es la palabra que me identifica en este preciso instante y este punto de inicio... esta imperiosa necesidad de compartir lo que he aprendido, a base de tropiezos y pequeños logros. Caos, por no saber como transmitirlo todo, si seré capaz, si quedará bonito, si será provechoso para otros, si a alguien le interesará... pero aquí estoy.
En este último tiempo, luego de varios traspiés, bajones y subidones, cansancios y euforias, hubo un buen día que tomé la firme decisión de buscar mi bienestar y mis espacios para encontrarme, buscar mi equilibrio tanto a nivel espiritual como físico...
y esto es lo que pretendo contar aquí y ofrecer las recetas que tanto bien me han surtido.
Recetas de las abuelas y los herbolarios, recetas guardadas como tesoros en los pueblos mas milenarios y las manos más generosas, de aquí y allá, de las que se comen y de las que se untan por el cuerpo, y de las que se dejan caer como el rocío fresco de la mañana.
También algunos dulces, porque nunca vi a alguien enfadado comiendo un chocolate, y el dulce trae alivio y dulzura al corazón.
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